IA: ¿progreso o retroceso? (III)

Riesgos éticos: del valor del esfuerzo al valor de la inmediatez
El auge de la inteligencia artificial (IA) en la educación afecta no solo cómo aprendemos, sino también qué valores predominan en el proceso formativo. La posibilidad de obtener respuestas al instante puede diluir la importancia del esfuerzo, la perseverancia y la honestidad académica, sustituyéndolos por una lógica de inmediatez que prioriza el resultado por encima del proceso. Esta transformación plantea dilemas éticos que requieren de una reflexión conjunta.
Uno de los más evidentes es la pérdida de originalidad académica. Los generadores de texto mediante IA facilitan que muchos estudiantes presenten trabajos que no son fruto de su esfuerzo personal, sino creaciones automáticas de un modelo. Ante esta situación, numerosos centros educativos están repensando sus sistemas de evaluación para que la tecnología no sustituya el mérito del alumno. Las estrategias pasan por fortalecer modalidades que resulten invulnerables a este tipo de “trampa”. En estas escuelas se realizan pruebas orales en las que el estudiante debe defender sus ideas de forma improvisada, proyectos que exigen tal creatividad que una IA no puede realizar o exámenes que no sea realizan con dispositivos electrónicos. El objetivo no es regresar al pasado, sino revalorizar el proceso de aprendizaje como una experiencia formativa real, donde el esfuerzo personal vuelva a ocupar un lugar central.
Otra preocupación ética deriva de la opacidad que caracteriza a muchas de las respuestas generadas por IA. Estas herramientas producen contenidos mezclando datos de diversas fuentes, pero rara vez explicitan de dónde extraen la información ni ofrecen un contexto. De este modo, el alumno puede recibir un texto aparentemente bien construido, pero sin tener herramientas para comprobar su procedencia ni juzgar su fiabilidad. Éticamente, confiar en este tipo de información sin contrastarla va en contra del pensamiento crítico que la educación debería fomentar. Además, si el estudiante incorpora esos textos en sus trabajos sin haber ejercido ningún tipo de juicio evaluativo, el conocimiento que produce corre el riesgo de estar contaminado por errores o sesgos que no son aparentes. Priorizar la rapidez de una respuesta por encima de la verificación de sus fuentes compromete tanto la calidad del aprendizaje como la honestidad del alumno.
Por último, la expansión de la IA, sobre todo en el sector de la educación, conlleva un reto especialmente sensible, la gestión de datos personales. Muchas plataformas de aprendizaje con IA registran de forma automática una gran cantidad de información sobre el estudiante, como los errores que comete, el tiempo que tarda en responder, los contenidos que consulta o las respuestas que acierta. Este rastreo ocurre muchas veces sin que el alumno, ni sus familias, sean plenamente conscientes. En ausencia de un control más taxativo, esta recopilación masiva puede atentar contra el derecho a la privacidad, especialmente en el caso de menores de edad. El riesgo se agrava si estos datos se utilizan con fines que exceden el ámbito educativo, por ejemplo, con objetivos comerciales, mediante la elaboración de los llamados consumer profilings, de este modo, el estudiante deja de ser únicamente un sujeto de aprendizaje para convertirse, sin saberlo, en un objetivo comercial, lo cual desvirtúa el propósito original de la educación y plantea serias dudas sobre el uso ético de la información personal en contextos académicos.
En definitiva, el uso indiscriminado de la IA en la educación pone en juego valores esenciales del proceso formativo. La exaltación de la inmediatez como criterio dominante socava principios como la integridad, el esfuerzo y la autonomía intelectual. A medida que estas herramientas se integran en el día a día de la enseñanza, se vuelve urgente no solo formar a los alumnos en competencias digitales, sino también en una ética del aprendizaje que les permita usar estas tecnologías con responsabilidad, sentido crítico y conciencia de su propio papel como autores y no como simples receptores de conocimiento.

Artículo cedido para el ágoradelpensamiento
Autor: Antoni Lorente González

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IA: ¿progreso o retroceso? (II)

Riesgos cognitivos: del conocimiento trabajado al conocimiento servido
La disponibilidad inmediata de respuestas gracias a la inteligencia artificial (IA) conlleva un riesgo de dependencia cognitiva: acostumbrarse a recibir el conocimiento servido en bandeja por la IA en lugar de trabajarlo uno mismo.
Antes, investigar un tema implicaba leer varias fuentes, reflexionar y sintetizar ideas con esfuerzo personal. Ese proceso activo forjaba lo que podríamos llamar conocimiento trabajado, comprendido a fondo mediante la práctica. Ahora, por el contrario, es tentador saltar directo al resultado, ante cualquier duda se recurre a la IA y se obtiene la solución al instante, sin recorrer el camino del razonamiento propio. Esta inmediatez puede minar la autonomía intelectual, haciendo que el alumno dependa de la tecnología para pensar y aprender.
Diversos análisis señalan que un uso excesivo de la IA como muleta académica afecta negativamente habilidades fundamentales. Los alumnos que delegan sistemáticamente en la IA tareas como redactar, resumir textos o resolver ejercicios suelen mostrar menor capacidad para estructurar ideas y formular argumentos propios. Incluso se ha observado que en pruebas que exigen análisis profundo o pensamiento crítico, estos estudiantes rinden peor que quienes abordan las tareas sin ayuda de la IA. En otras palabras, la sobredependencia de respuestas generadas por inteligencia artificial conduce a una atrofia de habilidades cognitivas básicas, se vuelve más difícil para el alumno articular un discurso complejo, conectar conceptos o resolver problemas nuevos por sí solo.
Las herramientas de IA generativa suelen ofrecer respuestas rápidas pero poco profundas. Si el estudiante acepta sin más esas soluciones prefabricadas, no ejercita el pensamiento crítico para valorar su calidad ni desarrolla plenamente la capacidad de análisis para llegar a la respuesta por sus propios medios. Con el tiempo, competencias como la lectura, la síntesis de información o la evaluación de la fiabilidad de una fuente pueden verse mermadas por falta de práctica. Ya antes con Internet se notaba cierta despreocupación por memorizar datos (el conocido efecto Google). Las nuevas IAs amplifican este fenómeno, si cualquier concepto se aclara en segundos, disminuye la motivación para retener conocimientos o repasar contenidos por cuenta propia.
Un experimento educativo reciente ilustra este riesgo. En una prueba con estudiantes de bachillerato, quienes usaron un chatbot de IA para hacer ejercicios resolvieron más problemas durante la práctica, pero en el examen final obtuvieron peor calificación que aquellos que estudiaron sin ayuda. La razón es clara, al apoyarse en la solución instantánea, no consolidaron el método ni el razonamiento subyacente. Es el peligro de usar la IA como “piloto automático”: puede dar una ilusión de competencia mientras erosiona la habilidad real del estudiante para enfrentar nuevos retos sin apoyo.
En última instancia, nada reemplaza el esfuerzo intelectual personal. La célebre frase de El Principito “lo esencial es invisible a los ojos” aplica aquí: en educación, ese trabajo mental invisible es insustituible. Forjar un pensamiento autónomo requiere de esa gimnasia intelectual constante (leer textos completos, equivocarse y volver a intentarlo, construir un argumento paso a paso). Si renunciamos a todo ello porque una IA nos facilita respuestas inmediatas, corremos el riesgo de formar estudiantes con información pero sin entendimiento, comprometiendo su desarrollo intelectual a largo plazo. Además, un estudiante que no se acostumbra a esforzarse para aprender puede ver mermada su creatividad y iniciativa. Si todo se lo resuelve una máquina, le resultará más difícil generar ideas originales o enfrentar situaciones nuevas sin que un algoritmo le marque el camino.

Artículo cedido para el ágoradelpensamiento
Autor: Antoni Lorente González

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IA: ¿progreso o retroceso? (I)

Del aprendizaje tradicional al aprendizaje asistido por la IA
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito educativo ha transformado profundamente la forma en que aprendemos. En el modelo de aprendizaje tradicional, aprender implicaba un proceso activo de búsqueda, estudio y elaboración personal del conocimiento. Consultar libros físicos, tomar apuntes a mano o revisar enciclopedias requería tiempo y esfuerzo, a la vez que potenciaba habilidades cognitivas básicas como la memoria, la concentración, la retentiva y el pensamiento crítico. Por ejemplo, generaciones anteriores que carecían de acceso inmediato a la información debían buscar en múltiples fuentes, contrastar datos y elaborar sus propias conclusiones, con lo cual ejercitaban su capacidad de análisis y síntesis de forma continua.
En contraste, el aprendizaje asistido por IA ofrece a los estudiantes respuestas y contenidos de manera rápida y personalizada. Hoy en día, existen plataformas educativas que utilizan algoritmos de IA para adaptar automáticamente el material al ritmo y nivel de cada alumno, aumentando la eficiencia en la adopación de habilidades básicas. Herramientas como las de Khan Academy o edX pueden ajustar las lecciones según el progreso individual, brindando explicaciones adicionales o ejercicios específicos donde el estudiante muestra más dificultades.
Esta personalización inmediata permite acelerar el dominio de ciertos contenidos: por ejemplo, se han observado mejoras más rápidas en comprensión lectora al usar plataformas digitales interactivas en comparación con los métodos tradicionales de lápiz y papel. Además, los asistentes inteligentes tipo chatbots (como ChatGPT) proporcionan explicaciones al instante ante cualquier duda, actuando casi como “enciclopedias universales” disponibles las 24 horas.
Sin embargo, estos avances traen consigo nuevos desafíos. Al reducir drásticamente el esfuerzo necesario para buscar, filtrar y procesar información, existe el riesgo de que el aprendizaje se vuelva más superficial. Si un estudiante puede obtener una solución o un resumen de un tema con unos pocos clics, podría perderse parte del proceso reflexivo que antes era inherente al aprendizaje. La facilidad de acceso a respuestas inmediatas puede disminuir la capacidad para leer textos elaborados o analizar en profundidad un problema, fomentando una comprensión más fragmentada del conocimiento. En el largo plazo, esta comodidad podría traducirse en estudiantes menos acostumbrados a perseverar ante la dificultad, lo que debilitaría habilidades como la resolución de problemas complejos de manera autónoma.
Ante esta realidad, el rol del docente se vuelve más crítico que nunca. En un entorno asistido por IA, el profesor ya no puede limitarse a ser un transmisor unidireccional de contenidos, porque la información pura está al alcance inmediato del alumno. Ahora, la función del educador debe evolucionar hacia la de un mediador y guía que oriente el aprendizaje. Esto implica enseñar al estudiante a utilizar la tecnología con criterio: hacer preguntas pertinentes, verificar las fuentes de la información proporcionada por la IA y profundizar más allá de la primera respuesta obtenida. El docente actúa como un facilitador del pensamiento crítico, planteando dudas, promoviendo la reflexión y animando al alumno a construir sus propias respuestas apoyándose en las herramientas digitales sin depender ciegamente de ellas. En suma, pasar del aprendizaje tradicional al asistido por IA conlleva encontrar un equilibrio: aprovechar la eficiencia y personalización que brinda la tecnología, sin renunciar al desarrollo de las capacidades cognitivas y el espíritu crítico que se cultivan mediante el esfuerzo y la participación activa en el proceso educativo.

Artículo cedido para el ágoradelpensamiento
Autor: Antoni Lorente González

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La templanza de un líder en la empresa

No hay líder en cualquier organización o empresa que quiera dirigir a su equipo hacia el éxito que no lo haga con la colaboración de su capital humano, inspirando confianza y motivación.
La templanza de un líder en la empresa se refleja en su forma de actuar y relacionarse con su equipo de trabajo, en la gestión de los recursos y en la organización de los procesos de forma equilibrada, prudente y serena.
El éxito de una empresa viene dado cuando el liderazgo de templanza de un líder sabe despertar la motivación de sus colaboradores o equipo de personas. Es la base que ha de servir para saber combinar el equilibrio emocional con la gestión de la toma de decisiones y los recursos humanos de forma productiva y eficaz.
Templanza y liderazgo han de ser un binomio de éxito y moderación en la actuación y comportamiento de un líder que se guie en la mesura y la prudencia de la toma de decisiones.
Un líder en la empresa con templanza ha de buscar una fortaleza interior ante las dificultades y adversidades para no perder el autocontrol y la serenidad. Aquella que provoque conflictos internos, inestabilidad de su capital humano y pérdida de confianza dentro de la propia empresa.
La disciplina como valor de un líder, la coherencia en las actuaciones y la serenidad en la toma de decisiones son cualidades que ha de tener cualquier líder que guía a su equipo a los objetivos y planes a conseguir.
Cuando un líder con templanza adquiere un carácter facilitador y conductor de ilusiones, se convierte en el mejor guía que aprovecha el talento, aumenta la productividad y despierta la motivación de sus colaboradores.
El equilibrio de un líder en la empresa aporta serenidad, prudencia y seguridad. Auténticos baluartes de confianza y ayuda para mantener un clima laboral adecuado en el equipo humano.
El liderazgo en cualquier empresa es la base del éxito cuando sabe conjugar la templanza y la visión estratégica. Templanza como valor de autocontrol, prudencia y moderación en la actuación, estrategias y toma de decisiones. Y visión estratégica en la planificación de los objetivos, enfoques de actuación y dirección estratégica.
Un líder con templanza en cualquier empresa es previsible y tiene una perspectiva global de la empresa en su visión estratégica. Sabiendo tomar decisiones de futuro con serenidad y mesura.
El liderazgo con templanza sabe mirar hacia el futuro con una gestión prospectiva y un horizonte empresarial definido sabiendo hacia donde quiere llegar a medio y largo plazo.
El líder en la empresa ha de tener una orientación y pensamiento estratégico para tomar decisiones adecuadas de planificación y eficiencia. Unas decisiones que se tomen con prudencia y equilibrio para que sean más efectivas y certeras.
En el enfoque y visión estratégica aplicados al liderazgo empresarial, tanto a nivel de perspectiva de futuro como dirección estratégica, la templanza actúa como un factor de equilibrio que permite pensar y tomar adoptar decisiones fundamentadas con perspectiva de futuro.
La templanza en un líder es el equilibrio perfecto ante cualquier decisión de previsión, planificación y dirección a seguir. Aquella que evita decisiones inadecuadas, tiene visión de planificación a largo plazo y sabe analizar posibles problemas y beneficios en la toma de decisiones.
La templanza en la toma de decisiones de un líder es clave en la calidad laboral de una empresa, en su estabilidad y confianza de su capital humano en la consecución y logro de objetivos.
Los líderes con templanza elevan la calidad laboral de una empresa tienen influencia en cómo se gestionan los equipos, los recursos y los procesos, evitando errores y conflictos a través de decisiones justas, coherentes y efectivas.
La toma de decisiones acertadas en una empresa, la eficiencia, inspirar confianza en el capital humano y la calidad laboral han de ser las claves de la templanza de un líder que guía a una empresa al éxito empresarial

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Cuando los deseos a alcanzar sin perseverancia están condenados al fracaso

Todo deseo en la vida es una aspiración y un interés a conseguir. Una ambición legitima que la impartimos con pasión y positividad, y empeño y ánimo para que llegue a buen fin.
La pregunta que nos debemos hacer ante cualquier proyecto o propósito es: ¿vemos en la perseverancia como un valor para superar los obstáculos que se nos presenten?
La perseverancia es siempre una compañera de viaje fiable que nos mantiene vivos a pesar de los obstáculos y las dificultades.
Los deseos personales como objetivos a conseguir no pueden caer en el desánimo ni en la inseguridad personal. Hemos de verlos con esperanza y confianza en nosotros mismos. Una confianza que nos cree certidumbre y perspectiva.
En toda expectativa o esperanza emprendida, la perspectiva nos ofrece un paisaje de las cosas más real y certera. Un panorama y plano que nos hace ser más realistas, independientemente de las circunstancias que se nos presenten.
Ya que los deseos son aspiraciones o logros a conseguir, estos requieren de la firmeza como cualidad de voluntad y constancia.
No hay camino a emprender que no requiera fortaleza y constancia para que pueda llegar a buen puerto.
Es en la firmeza de la persona donde vemos su seguridad y confianza en todo lo que hace como garantía de solidez personal. De tal manera que los objetivos y metas necesitan esas virtudes a modo de garantía de éxito. Un conjunto de valores para seguir y seguir ante los contratiempos, las vicisitudes y los enigmas. Verdadero campo elegido en el que todo lo engloba la perseverancia.
No hay éxito a alcanzar que no requiera de la perseverancia como tesón de paciencia y persistencia en todo lo que se emprende. La insistencia como empeño de ánimo y fuerza. Un binomio perfecto donde la perseverancia se abre camino con la voluntad ante los deseos y propósitos a iniciar.
Todos los deseos a alcanzar con perseverancia nos alejan de la inseguridad frente a las incertidumbres de los propósitos marcados. Nos protegen de las indecisiones y nos fortalecen con equilibrio en nuestras actuaciones personales.
La perseverancia es un bálsamo que nos aporta certidumbre, convicción y convencimiento en todo lo que hacemos y realizamos. Una creencia propia de confianza y fe en nosotros mismos.
Es en el tesón propio donde la perseverancia juega un papel fundamental a modo de garante de paciencia ante las contrariedades y problemas que tengamos.
En la entereza del persona vemos con claridad que la voluntad nos aporta decisión y determinación con tenacidad y empeño en lo que hacemos.
En todo quehacer de la vida, la perseverancia es un guía de actuación que continua nuestro trayecto, prosigue nuestra marcha hacia las metas, y nos hace insistir para no caer en el desánimo con persistencia ante el abandono y la negatividad.
La perseverancia nos vacuna frente a la desmotivación, es un acicate de lucha, un motivo a seguir y una razón de ser en todo lo que emprendemos y deseamos.
Cuando la perseverancia la tenemos de aliada nos fortalece nuestras creencias y nos asienta a nivel personal para abordar los temas a tratar y las inquietudes que tengamos. Afirma nuestras convicciones y nos apoya en los malos momentos que tengamos o las adversidades que nos aparezcan.
Hemos de ver la perseverancia como un acicate de nuestros propósitos, pero también un impulso e incentivo de estímulo. Que la fuerza y vigor a modo de potencia y firmeza sean un valor de empuje, entereza y tenacidad frente a las debilidades que tengamos y las flaquezas de nuestras indecisiones.
Que la perseverancia sea nuestro mejor apoyo de lucha y soporte personal. Un pilar que cree cimientos fuertes, bases sólidas y fundamentos donde se nos cimenten nuestras fortalezas ante la frustración.
Mantengamos la firmeza y el tesón para que nuestros deseos vean la luz y no estén condenadas al fracaso. Hagamos de ella nuestra mejor capacidad y virtud.

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Vivir en armonía es abrir la puerta a la felicidad

Cuando como seres humanos logramos un equilibrio en nuestras emociones y en nuestro estado de ánimo estamos consiguiendo la paz interior y la calma que nos proporciona el bienestar como personas. Aquel que nos dota de la autorrealización personal y nos acerca a la felicidad.
La paz interior en el ser humano es la verdadera tranquilidad del espíritu que nos aporta la serenidad y el aplomo en nuestro bienestar emocional.
Cuando la armonía nos genera autoestima en nosotros mismos estamos valorándonos como personas y desestimando nuestros miedos y flaquezas.
La felicidad siempre es una emoción de ánimo y bienestar que nos ayuda en nuestro autoconocimiento y estima propia.
La armonía personal nos acerca a la felicidad cuando la confianza en nosotros mismos nos impregna de seguridad personal y esperanza. Seguridad como convencimiento de nuestra creencia propia y fe personal. Y esperanza a modo de ilusión y optimismo ante la vida y lo que nos rodea.
La satisfacción plena de la felicidad es el empuje de energía y fuerza vital que nos ayuda a seguir y luchar por nuestras convicciones y creencias.
La armonía personal es el vigor que despierta nuestro ánimo, nos atempera y dota de tranquilidad y sosiego. Un bienestar de placidez y satisfacción que despierta lo mejor de nosotros y equilibra nuestro cuerpo y mente.
La seguridad en nosotros mismos es la mejor autoayuda de creencia propia. Aquella que a través de la confianza nos aviva la ilusión y el optimismo frente al pesimismo y las tristezas.
Cuando avivamos la autoestima con el equilibrio de nuestra paz interior estamos desterrando las inseguridades y las dudas. Es en ese momento cuando la armonía prevalece, nos sentimos realizados y la felicidad se impregna de energía y ánimo.
Nuestro empuje ante la vida y las creencias propias han de ser un binomio de esperanza e ilusión como valor positivo en la búsqueda de nuestra paz interior.
Veamos en nuestras convicciones personales la garantía de seguridad en nosotros mismos y en nuestras creencias. Aquellas que nos transmiten firmeza y afianzan nuestra autoestima y confianza.
Si creemos en nosotros mismos estaremos satisfechos en todas nuestras actuaciones y quehaceres que emprendamos. Por ello, debemos ir en búsqueda del equilibrio personal y emocional a través de nuestro propio autoconocimiento.
Si la felicidad es un estado de equilibrio personal entre nuestra paz interior y nuestro ánimo. Hagamos de nuestra felicidad, la verdadera fuerza que de sentido a nuestra vida y nos dote de la energía necesaria para avanzar y crecer a nivel espiritual y humano. Auténtica potencia de satisfacción plena de aliento y nervio para luchar por nuestros anhelos, metas y sueños.
Cuando la armonía personal pivota en nuestra vida nos convertimos en energía en estado puro. Energía de empeño ante las cosas que realizamos y coraje para afrontar todas nuestras actuaciones personales.
Nuestro equilibrio personal y nuestra paz interior son los garantes de ánimo y bienestar que nos reafirman en nuestras ilusiones, nos dotan de vitalidad y despiertan nuestra felicidad.
El poder alcanzar la felicidad nos da vida, juventud y nervio para hacernos más fuertes y satisfechos a nivel personal y humano. Es un bienestar intimo que nos aporta savia nueva y felicidad plena. Savia que es la esencia de la vida y verdadera naturaleza humana. Y felicidad plena como verdadero vigor, energía y fuerza humana que despierta y avivan con satisfacción nuestras emociones más recónditas.
Viajemos desde la armonía personal en búsqueda de la felicidad.

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La tenacidad como palanca de empuje ante los retos a emprender

En todo reto, meta o quehacer de la vida a emprender, la actitud, capacidad y ganas son imprescindibles para que puedan llegar a materializarse.
Es en la fuerza y en la resistencia personal que tengamos como capacidad de fortaleza ante las contrariedades algo fundamental para seguir luchando ante todo proyecto, reto o meta que acometamos. Ahí es donde radica la importancia de la tenacidad de nuestros actos como palanca de empuje ante los retos a emprender.
La tenacidad frente a cualquier objetivo marcado siempre requiere de tesón para luchar y no decaer en lo que se cree. Una constancia metódica de trabajo en la estrategia, plan o actuación que emprendamos como firmeza en las convicciones y creencias que tengamos. Constancia entendida como empeño de ansia y anhelos a alcanzar que nos puedan alejar de nuestros miedos y dudas en nuestros objetivos marcados.
La fuerza de la tenacidad ha de ir acompañada de perseverancia y empeño. Una tenacidad que nos despierte el ánimo y los deseos por el que luchar. Ánimo y deseos a seguir que nos aporten energía a modo de fuerza y valor frente a los titubeos y las contrariedades que tengamos. Sabiendo que el ánimo que tengamos ante los retos a emprender son el nervio y el aliento natural que nos hace más fuertes y nos combate las flaquezas y los miedos.
La tenacidad en nuestras actuaciones personales a realizar nos dotan de estabilidad y equilibrio personal. Una estabilidad que conlleva firmeza y solidez en nuestras creencias y aportaciones en todo lo que realicemos. Al mismo tiempo que el equilibrio personal que tengamos nos generara armonía, sensatez y quietud. Aquella que nos proteja de cualquier inestabilidad que suframos.
Cuando se emprende cualquier objetivo, reto o meta, la paciencia es siempre clave para no caer en el error ni la resignación. Ya que lleva consigo serenidad para acometer con éxito los retos y objetivos que tengamos con el temple necesario de resistencia y aplomo.
La tenacidad como fortaleza y energía de impulso nos aporta resistencia ante las dudas y los titubeos que tengamos. Nos transmite la dureza personal de ánimo frente al desencanto y nos despierta el dinamismo y el coraje para seguir luchando por nuestras metas marcadas.
Creamos en la tenacidad que profesemos como un poder positivo en las decisiones que tomemos. Aquellas que conlleven la firmeza y resistencia que nos ayudan a superar las flaquezas y debilidades que nos puedan aparecer.
Hagamos de la resistencia de los malos momentos, oportunidades de acción personal, dinamismo y coraje. Acción como actividad de movimiento en el ejercicio de nuestras actuaciones que ejercitemos. Dinamismo como agilidad mental y eficacia en nuestros planes y actuaciones que desarrollemos con la laboriosidad requerida y la energía que se necesita para emprenderlos. Y coraje a modo de valentía ante las adversidades, miedos y dubitaciones que tengamos. Aquellas que nos doten de la fuerza necesaria para seguir adelante y poder apoyarnos en nuestro valor personal que nos ayude con éxito en nuestras decisiones a tomar.
Que la tenacidad sea una verdadera fuerza y fortaleza personal como palanca de empuje en nuestras decisiones y actuaciones a emprender para seguir creyendo en nuestras ilusiones, actuaciones y proyectos que emprendamos.

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Perseverancia y fortaleza humana frente a las contrariedades

En toda situación o circunstancia en la vida, los seres humanos tenemos adversidades y contrariedades que tenemos que superar. Por todo ello, la perseverancia y la fortaleza humana son valores que nos ayudan a continuar el camino y poder superar los obstáculos que se nos presenten; teniendo la capacidad de resistencia para no caer en el desánimo.
Los contratiempos que nos impiden alcanzar los objetivos deseados requieren de alma y paciencia personal para avanzar y poder superar los obstáculos en todo reto u objetivo que tengamos.
La perseverancia y la fortaleza humana son valores de tenacidad para poder ejecutar cualquier propósito ante cualquier barrera o impedimento que se nos manifieste.
La tenacidad y la firmeza son virtudes humanas que nos hacen las cosas más fáciles frente a los inconvenientes y problemas que tengamos.
No veamos las trabas como dificultades insalvables. Hagamos de nuestro empeño personal, una vacuna de firmeza y tesón que nos aleje de cualquier abandono y creencia de superación propia.
Cualquier dificultad o contrariedad en toda faceta emprendida requieren de una buena dosis de fortaleza y persistencia que nos hagan vencer nuestras debilidades para afrontar las barreras que nos surjan a superar.
Las contrariedades en la vida nos deben mantener firmes en el ánimo y fuertes ante el desaliento. Un desaliento a desterrar que se debe de impregnar de coraje y atrevimiento para seguir la lucha de todo lo negativo que nos surja. Coraje y atrevimiento que nos doten de energía y fuerza personal como bálsamo y acicate de resistencia y valor propio para sobreponerse a las dificultades y adversidades que tengamos.
Perseverancia y fortaleza humana ha de ser caras de una misma moneda que nos deben alejar de cualquier abandono frente a los infortunios y las adversidades. Aquellas que nos aporten una entereza de determinación y aguante de resistencia que venzan nuestras debilidades, flaquezas y desaliento.
Hagamos que las contrariedades y adversidades despierten las mejores virtudes que poseemos como personas. Es decir, saber avivar nuestras capacidades más recónditas de valores y fortalezas en todas las determinaciones que tomemos.
La serenidad, el temple y el aguante ante cualquier impedimento han de ser fortalezas de energía como valores se superación y mejora personal.
Los obstáculos y las vicisitudes en la vida siempre son inconvenientes que nos pueden mermar el ánimo. Aquellas barreras que nos pueden impedir conseguir cualquier determinado objetivo. Por todo ello, la capacidad de resistencia y la firmeza ante las dificultades de la vida deben conllevar valores de fortaleza y entereza personal.
Veamos en las complejidades de la vida que nos hacen no poder cumplir nuestros propósitos, la oportunidad de firmeza y empeño que nos hagan no caer en los miedos personales que nos hacen más débiles y vulnerables.
Que el tesón en todo lo que creemos, y la firmeza en todo lo que hagamos sean nuestra mejor fortaleza ante todo tipo de contrariedad que tengamos. Y que la perseverancia como valor personal nos proteja de nuestras inseguridades y miedos.
Es sabido que toda incertidumbre o vacilación como personas en la vida son el mejor aliado para caer en el desánimo y el desencanto ante todo infortunio o revés que tengamos. Por tal motivo, no veamos los tropiezos y contratiempos que nos surjan solo como una adversidad que no podamos superar. Veámoslo como una oportunidad para poder hacerles frente con perseverancia y fortaleza humana que nos hagan encarar los problemas y las contrariedades con las mejores garantías de éxito. De nosotros depende nuestra superación personal y camino a seguir.

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La motivación personal nos aumenta la energía vital

Toda actuación en la vida sea de la índole que sea (personal, laboral, profesional) que busque un fin de éxito, requiere de un motivo por el que luchar, de una causa que despierte nuestra atención y de una razón de ser para poder lograrla.
La motivación personal es ese aliento de ánimo que nos empuja a seguir creyendo en lo que creemos y ansiamos; y nos dota de la voluntad necesaria para no decaer en el intento con voluntad y ganas.
La motivación personal es un combustible de estímulo que nos aumenta la energía vital como capacidad de impulso y fuerza personal. Auténtico nervio de actuación que nos hace resistentes frente a las adversidades y las flaquezas que tengamos.
No hay motivación personal que no marque y no tenga un incentivo verdadero para alcanzar cualquier objetivo o meta. Estamos frente al acicate vital de energía que nos dota de fuerza y empuje en nuestros proyectos y actuaciones diarias.
Toda motivación personal ente cualquier propósito, meta o anhelo siempre va acompañada de ganas y capacidad personal. Es la voluntad en estado puro que nos empuja a seguir con ánimo y aliento como valor de fortaleza y actuación personal.
En nuestra capacidad personal nace el incentivo de actuación para ir en búsqueda de nuestros objetivos. Aquellos que generan el estímulo y aliciente necesario para enfrentarnos con garantías de éxito y poder alcanzarlos.
En todo motivo, causa o razón a seguir en cualquier faceta de la vida, el fundamento de actuación es el aliciente y atractivo que nos aumenta la energía vital y nos dota de estímulo como inspiración personal de aliento y ánimo. Aliento como fuerza y voluntad de acción en nuestras actuaciones. Y ánimo a modo de actitud y talante positivo a mantener.
Cuando hablamos de la motivación personal como incentivo que nos aumenta la energía vital. Estamos ante la fuerza personal que nos impulsa en nuestras actuaciones y potencia nuestras defensas ante las debilidades y dubitaciones que tengamos. Un afianzamiento de nuestra tenacidad y empuje que nos dota de carácter y valor positivo.
Cualquier principio, razón o motivo por el que luchar, siempre busca la motivación personal como fundamento de actuación que nos aleje y proteja de toda rémora o freno que nos impida avanzar ante cualquier contratiempo o adversidad.
La motivación personal siempre tiene un efecto positivo de energía vital. Una energía que nos dota de fuerza para avanzar y mejorar con vigor y dinamismo positivo y que potencia lo mejor de nosotros mismos.
Es la energía vital la que nos aporta seguridad personal y nos reafirma en nuestras convicciones personales, sin miedos ni titubeos. Una acción de vida y dinamismo para seguir creyendo en nosotros mismos. Y poder mantener el coraje de nuestras actuaciones con ánimo, seguridad y valor ante la vida y las contrariedades que nos surjan.
Es en el estímulo para alcanzar nuestros propósitos donde la motivación invade nuestro cuerpo de energía y fuerza como fortaleza personal que nos empuja a seguir. Arrancando lo mejor de nosotros con empuje y nervio. Empuje a modo de coraje y decisión nuestros comportamientos y actuaciones. Y nervio positivo a modo de revulsivo de vitalidad y aliento personal para no caer en el desánimo ni el desaliento. Una forma de saber aprovechar mejor todo nuestro esfuerzo, lucha y empeño que pongamos para seguir y conseguir las metas con tesón y ánimo que nos propongamos.
Hagamos que la motivación personal sea el mejor acicate de empuje y coraje en nuestra toma de decisiones. Dotándonos de la fortaleza personal para seguir avanzando y creciendo ante la vida y nosotros mismos. Si es así, nuestra energía vital seguirá aumentando y será el verdadero combustible de valor, seguridad y fortaleza personal.

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La actitud positiva frente a las dificultades y avatares de la vida

Nuestra forma de actuar como humanos es determinante a la hora de afrontar los avatares y las vicisitudes de la vida.
Una actitud positiva o negativa es concluyente para bien o para mal para encarar cualquier problema, obstáculo o dificultad que se nos presente.
La actitud positiva en el ser humano ante los problemas que nos acucian nos dotan de la capacidad eficaz en la forma de actuar y en la conducta más provechosa para afrontar las dificultades.
Las dificultades siempre afectan a nuestro estado de ánimo, personalidad y capacidad como fortaleza mental necesaria. Por ello, la actitud positiva en nuestra forma de actuar es el mejor acicate ante el desaliento de las adversidades.
Una actitud positiva en la vida frente a las dificultades conlleva coraje y energía ante las resoluciones a tomar. Coraje como valentía ante las decisiones a implementar. Y energía como fuerza y firmeza para afrontar toda vicisitud o conflicto.
La actitud positiva es parte de nuestra personalidad propia que marca nuestro comportamiento, nos dota del carácter, nos hace más fuertes y nos desarrolla como personas.
El carácter en la persona siempre determina la predisposición en hacer las cosas, tomar determinaciones y ejecutar los actos. De tal manera que la actitud positiva es clave para ser eficientes ante los impedimentos y los escollos que tengamos que superar.
Si el ánimo es fuerte y la actitud es positiva, las trabas o infortunios que tengamos siempre son más fáciles de afrontar.
Hagamos de nuestra personalidad nuestra identidad propia que sea un verdadero escudo de fortaleza y firmeza. Un carácter personal que nos aporte empuje, energía y vitalidad.
Tengamos una actitud positiva ante las dificultades para no ver las trabas solo como impedimentos o problemas. Si o es así, las contrariedades serán losas que nos provocaran el desaliento y el desánimo.
Mantengamos una predisposición de nuestra actitud que conlleve fuerza y voluntad en nuestras acciones diarias. Aquella que nos mantenga el coraje firme y nos impregne de valor frente a las decisiones a tomar.
Ante las dificultades en la vida, el carácter y el temple que tengamos pueden ser estímulos que nos mantengan la actitud en positivo y nos hagan mantener la creencia en nosotros mismos sin desfallecer ni caer en el desaliento.
Veamos la actitud positiva que tengamos como personas a modo de capacidad a desarrollar que nos haga mejores.
Los problemas o inconvenientes en la vida necesitan de un aprendizaje, entereza y talante. Por tal motivo, aprovechemos nuestra actitud positiva para dotarnos de energía que nos aporte la fuerza y la firmeza para seguir luchando y poder encarar los problemas desde su variante más positiva.
Las dificultades en la vida nos hacen crecer en virtudes y fortalezas como personas. Y nos desarrollan las facultades que tengamos para aprovecharlas de la mejor manera en la resolución de conflictos o tropiezos que tengamos y debamos superar.
No renunciemos a afrontar las dificultades por miedo a nuestras limitaciones o estado de ánimo. Al revés, hagamos del ánimo un baluarte de coraje para no desfallecer. Un ánimo que desde la valentía en las decisiones que tomemos nos aleje de la apatía y nos mantenga vivos en la realidad de los problemas.
Aprovechemos en tener una actitud positiva que nos haga mejores y nos transforme desde el cambio personal. Hablamos de cambio como facultad de fortaleza de creencia propia.
Si el carácter es parte de nuestra personalidad ante nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Tomemos siempre una postura en positivo como tendencia a actuar ante los avatares que nos enfrentemos. Una conducta que nos genere impulso para seguir y no renunciar a ser como somos.
Intentemos mejorar día a día y avanzar en todo lo que hagamos sin miedo a las decisiones que tomemos. Es la mejor manera de progresar y evolucionar a nivel humano.
Que nuestra actitud positiva frente a las dificultades sea el mejor estimulo de lucha, energía y vida.
No perdamos la firmeza en nuestras convicciones, desarrollo personal y fe propia ante las dificultades de la vida. Es nuestra mejor garantía de éxito.

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